Se vuelve a equivocar el zafio subnormal, ¿qué raro, no?, afirmando gratuitamente que soy comunista y que pertenezco a CC.OO. Tengo exactamente lo mismo de comunista que de vigilante de seguridad, lo que no es óbice para que me parezca respetabilísimo el tener esas ideas políticas, pertenecer a ese sindicato o ejercer esa profesión, opciones perfectamente legítimas todas. Sí soy desde hace bastante tiempo delegado sindical, y por tanto miembro del comité de empresa, teniendo el culo bastante pelado en lo concerniente a negociaciones de convenios, prejubilaciones y otra serie de asuntos inherentes al cargo que sería prolijo y absurdo enumerar aquí, de la misma forma que tampoco voy a desvelar las siglas del sindicato al que pertenezco. Y es bastante indignante tener que leer la especie de protagonismo que pretende atribuirse, parece que con otros dos, este miserable fulano por cumplir con un deber, menospreciando cuando no atacando a otros compañeros y otro sindicato. Es el comité de empresa, en mi caso compuesto por nueve personas de distintas centrales sindicales, el que colectivamente será protagonista de los triunfos o fracasos que coseche y, por supuesto, nadie debe estarle agradecido –menos a ninguno de sus componentes de forma individual- de la labor realizada porque para éso fueron elegidos, aceptaron esa responsabilidad, y disponen de una serie de horas liberadas mensualmente para realizar las funciones que en su día les fueron encomendadas por el resto de sus compañeros. Simplemente, el tono de conmiseración con que quiere atribuirse algo que no supone más que el correcto cumplimiento de una misión dentro de tu trabajo da una pequeña idea de la calaña de este individuo y de cómo pudo desarrollar ésta, si es que alguna vez lo hizo perteneciendo a una central de las consideradas democráticas. En lo que puede que tenga razón es en estar orgulloso de su actividad, dado el cargo que ocupaba en el banco. No suele ser habitual en estas instituciones que los botones, ni los mozos encargados de la limpieza, sean elegidos para ocupar cargos sindicales y dado el nivel cultural que denotan sus textos, ¿alguien, por muy optimista que sea, puede llegar a pensar que consiguió promocionar siquiera al puesto de ordenanza?.
Es bastante más sencillo que todo éso. Yo cuando hablo procuro hacerlo con conocimiento de causa y si asevero algo en primera persona es porque me consta lo que digo. Si, como ya he advertido, no conozco a este ruin y miserable tipejo y comento algo de lo que he sido informado por personas que han tenido la desdicha de tratarlo, tengo que decir que no me consta, porque decir lo contrario sería faltar a la verdad. Él, como venimos observando, no sólo no tiene ningún escrúpulo en hacerlo, sino que estoy casi seguro que ante la diatriba de decir una verdad y una mentira, suponiendo que ambas causasen idénticos efectos, optaría siempre por mentir; más que nada porque como estamos demostrando siente una increíble aversión y un auténtico desprecio por la verdad. Lo que sí puedo decir a partir de ahora es algo que ya intuíamos, que me demande si quiere, y que no es otra cosa que estamos ante un auténtico delincuente. En su estupidiario, y en diversos archivos guardados a buen recaudo por si tuviese la tentación de borrar algo, hay pruebas, y escribo pruebas no indicios, suficientes de extorsión y/o chantaje, que son actos delictivos en la práctica totalidad de países civilizados, por lo que espero entre divertido e impaciente que cumpla su amenaza. Al margen de deshuevarme durante un buen rato, será la confirmación de que ha consumado algo que le puede suponer en su próxima visita a España, si es que la hace, ir directamente desde el aeropuerto por donde entre a presencia de un juez. Por lo demás, como siempre, alarde de un brutal analfabetismo acompañado de palabrería torpe y farragosa que nada aporta para demostrar que todo lo que dice no son otra cosa que difamaciones y calumnias. Cero con patatas.
Quedan por fragmentar los párrafos que van del ocho al diez, algo que, sin lugar a dudas, haremos en próximas entradas.
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