La información que yo tengo, bastante de primera mano, no coincide mucho con la versión que da el fulano. No voy a volver a incidir en el tema de si Opsen (¡joder!. Perdón, Marcelo, ¡qué desliz!, olvidé que me habías ordenado no mentarte) bajaba la cabeza o, por qué la bajaba cuando se cruzaba en su camino con el amorfo enano viscoso. Lo que sí parece es que la dirección del hostal no apreció mucho la deferencia hacia con ellos y los exquisitos modales de este -por otra parte y en opinión de lo los que le han tratado zafio y grosero indeseable- ejemplar cliente y sí que lamentaron el tener que mantener cerrada la habitación que ocupó hasta varios días después de su marcha para quitar el hedor y la peste a vómitos y alcohol que dejó durante su estancia, algo de lo que hay referencia en otro blog donde se trató el tema de la reventa que protagonizó, especificándose incluso el montante aproximado y los detalles de la operación, con unas entradas para una corrida de Morante. Bla, bla, bla, bla. Lo demás sigue siendo basura, su palabra que para nada sirve, ante un hecho incuestionable: ¿se ha vuelto a hospedar en el pasado San Isidro en el hostal que cita?. La respuesta ,obviamente, es que no. ¿Que no ha venido?. Vale, pero, ¿si lo hubiese hecho le hubiesen admitido?. Lo dudo mucho Por cierto, Marcelo y yo sí que estuvimos allí este pasado mes de mayo.
Si del primer fragmento, que vimos en el post anterior, decíamos que era una especie de canto a la ceremonia de la confusión sintáctica, donde sujetos, predicados, complementos directos, indirectos y circunstanciales, bailaban enloqueciendo a los pobres y desdichados verbos, en un frenético batiburrillo que hacía ininteligible el texto, no habiendo mejorado demasiado en los tres siguientes, nos encontramos ahora, en el quinto, con algo que me siento incapaz de definir. Aquí comienza diciendo que alguien dice algo pero finaliza la frase sin decir qué es lo que dice; nos deja con las ganas de saberlo. Y ya, en el paroxismo de la verborrea carente del más mínimo sentido, continúa con un discurso en el que intenta aparentar que va a concretar algo, pero nada concreta. Pasa de una iteración, repetida dos veces en menos de una línea, y que nada significa ni aporta, a apoyarse en un libro del que no puede dar ni título, ni editorial, ni referencia alguna, porque según él ha perdido los ejemplares que tenía, y porque con toda seguridad jamás ha existido, Afirma que en la hemeroteca de El Jueves, y cita al conocido Azagra, se puede encontrar una página en la que el humorista echa luz sobre el tema de la familia de Marcelo Fortín. Para empezar, El Jueves, no contempla en su página web la posibilidad de consultar ninguna hemeroteca –algo perfectamente comprobable para quien quiera molestarse en entrar en la susodicha página e intentar acceder a los datos que nos proporciona el patán repulsivo- y, por lo tanto, la información es falsa. Pero es que, en su estúpida maniobra de hacer pensar que aporta algo, al final nadie se aclara a qué, quién, o quiénes, defiende el tal Azagra. ¿A los ácratas?, ¿a mí?, ¿a Marcelo?, ¿a su familia?, ¿al reventa psicópata?. ¿a todos, porque nos conoció un día juntos tomando café y le caímos de puta madre?. Otro párrafo, y van cinco que, al margen de calificar intelectual y culturalmente al oligofrénico iletrado, sigue siendo un buñuelo de viento.
Quedan otros cinco fragmentos, que vendrán uno tras otro. La extorsión y el chantaje de este detritus, actos por otra parte delictivos, como es fácil de comprender y va a ser más sencillo de comprobar, a mí, no van a ser capaces de arredrarme en lo más mínimo.